“Llevaban enormes cuchillos, que no presagiaban nada bueno, y los mantenían a punto y afilados como una hoja de afeitar. Lanzaban ollas y sartenes llenas de grasa a través de la cocina con notable puntería, para que cayeran en mi fregadero. Hablaban un peculiar dialecto, un patois increíblemente blasfemo, jerga contracultural de argot local y portugués, pronunciado con inflexiones irónicas. Se llamaban entre sí «colega», «tío», «socio». Desvalijaban el lugar de todo lo que mereciera la pena.
Cuando acababa la temporada se abastecían para los meses de escasez. Un par de noches a la semana, el chef aparcaba su furgoneta Volkswagen junto a la puerta de la cocina y, en la parte trasera, cargaba solomillos enteros, cajas de langostinos congelados, cajones de cerveza, trozos enteros de beicon. En el vasar de cada sector siempre había a mano durante el servicio botellas de vino de cocina, aceite, distintos ingredientes y, por lo menos, dos vasos llenos de whisky por cocinero. Lydia les llamaba refrescos veraniegos. Casi todos eran whiskies fuertes (Cape Codders, Sea Breezes o Greyhounds). Fumaban porros en la despensa, escaleras abajo. La cocaína —siempre disponible, a pesar de ser bastante cara y, en esa época, considerada droga de ricos— aparecía por todos lados. El día de pago, el dinero circulaba de mano en mano como en las transacciones de un mercado persa, conforme los cocineros saldaban las cuentas de las deudas por adquisición de drogas, préstamos o apuestas.”
Extracto del libro Confesiones de un Chef, Aventuras en el transfondo de la cocina.
Anthony Bourdain, 2002
Este es un post especial para mi. Soy Director de Arte, pero también Cocinero. Esta profesión me abrió las puertas. Pude viajar por el mundo, y conocer a la madre de mis hijos. La misma profesión que la de mi abuela y la de mi madre.
Estas dos semanas no pude parar de pensar en que pedazo de serie es la segunda temporada de “The Bear”, esa serie que para un cocinero vale por tres. Ese estado mental de pánico constánte, de stress, de pasar 24 horas en una cocina rodeado del calor de los fuegos y empapado de un olor a chaqueta de cocina mal lavada.
Antes de ser quien soy, estudié con el Gato Dumas, creo que fui la primera o segunda camada allá por el año 1998, y fue un par de años más tarde donde cayó en mis manos el maravilloso libro del fallecido y admirado por muchos: Anthony Bourdain.
Recuerdo el capítulo del porqué no debe comerse pescado los lunes. Simplemente es una maravilla.
En amazon lo puedes encontrar por unos pocos euros.
Temas como para honrar el título de este Newsletter.
La Cena.
La última referencia que les dejo sobre cocina, libros y cine.
También del año 1998, y es una joya que transcurre entre bastidores de una clásica tratoría romana.
Una bella Fanny Ardant, Vittorio Gassman en una de sus últimas peliculas y dirigida por el maestro Ettore Scola.
Por cierto, estoy construyendo mi agencia de diseño de servicios de diseño por suscripción en plan Netflix y sólo quedan dos spot disponibles. Si compartes este newsletter con amigos me estarás ayudando a conseguir mi objetivo!
Buen fin de semana! 😎
El que escribe eres tu! A ver cuando das a conocer esos textitos hermosos que tienes guardados en algún cajon! Gracias de todo corazón por tomarte un minuto y escribir este lindo comentario! You are da 💣
Maravillosa serie (voy por S2.2) y maravilloso post. No sabía que cocinabas Luis. Buena excusa para juntarnos cuando vuelvas a La Roca y darte un detallito que tengo para ti. Tú proyecto de Diseño a la Carta suena tan bien como tus palabras. Te deseo lo mejor. Estamos SIEMPRE en contacto. Abrazo.